Cuando desde la tertulia de Las Frescas, una habitación propia estuvimos haciendo un listado de prácticas frescas que deseábamos proponer —una relación de conductas que queríamos llevar a cabo con frescura y desparpajo con el fin de cambiar hechos y situaciones sociales habituales que nos fastidian— la primera que me vino a la cabeza era la necesidad urgente de oponernos a los besos que, sí o sí, recibimos las mujeres de estas latitudes en cuanto los ellos nos saludan, incluso si es la primera vez que nos ven y desconocen por completo nuestras filias y fobias. Sendos besos, muac, muac, sudores húmedos incorporados, un trajín de bacterias, virus y olores, amén del picotazo de la barba. Aydiós, lo que hemos sufrido.
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